Cuando asistí al parto de mi primogénito, ya había visto tantas cosas grotescas en Internet, que pude centrarme en lo importante: «madre mía cómo se dilata ese vagino, papu».
Cuando asistí al parto de mi primogénito, ya había visto tantas cosas grotescas en Internet, que pude centrarme en lo importante: «madre mía cómo se dilata ese vagino, papu».